30 ene 2018

Travesía en el Amazonas: Parte 1

Una maniobra infartante para subir nuestras motos al barco que nos llevaría a navegar por el Amazonas.

Salimos de Guajará-Mirim (del lado brasilero) más o menos temprano, aquel día cubriríamos 367 km solo de asfalto hasta Porto Velho donde nos estaba esperando nuestro amigo Tirosh. El tránsito cambió inmediatamente al cruza la frontera, es mucho más ordenado en esta ciudad de Brasil que en Bolivia, las motos van con uno o máximo dos pasajeros (como corresponde), usan casco y las motos las estacionan todas ordenaditas con la rueda trasera hacia la cuneta. Muy diferente al resto de Sudamérica incluyendo Chile, qué sí es muy ordenado pero las motos se estacionan como quieren y donde quieren. 

La primera noche Tirosh nos llevó a un hotel muy bueno, demasiado quizás, donde regateamos a 60 reais la noche. Luego nos fuimos a la casa de un amigo de él que recibe moto-viajeros, el Gringo, un tipo muy alegre y simpático que no hablaba nada de español y nosotros nada de portugués, pero nos pudimos comunicar bien. 

En Porto Velho debíamos decidir el próximo paso, la temporada de lluvias acaba de comenzar, y en la selva boliviana acabábamos de ver una fracción de lo que se nos puede venir en la mítica carretera BR 319 que nos llevaría a Manaos. 

Luego de hacer algunas averiguaciones descubrimos que efectivamente la temporada de lluvias ya comenzó por lo que hacer la BR 319 se torna muy difícil, no imposible pero son 885 km desde Porto Velho a Manaos, de los cuales unos 600 km son de puro barro como el que experimentamos en Bolivia. 

La opción es volver hacia Cuiabá 1400 km de asfalto en el sur de Brasil y olvidarnos del Amazonas y de Manaos. A esta altura ir a Venezuela y las Guyanas ya la hemos dejado para una próxima expedición, ya que desde Manaos, si es que conseguimos llegar, son 781 km hasta Boa Vista y luego 300 más hasta la gran Sabana en Venezuela, por donde sí podemos entrar con las motos. Pero luego deberíamos regresar hasta Boa Vista para entrar a Guyana o volver a Manaos.

Hemos leído relatos y hemos visto videos de otros valientes viajeros que se han aventurado en la temporada de lluvias por esta zona. En nuestro caso, es mucho lo que se arriesga para el corto tiempo que nos queda ahora para regresar a Chile, pues debido a algunos proyectos que tenemos allá, hemos decidido apresurar el paso para estar a fines de febrero en nuestro país. Regresamos a Chile solo para planificar la siguiente Expedición en Moto, porque el Viaje Continúa... 

Entonces decidimos realizar la alternativa costosa, la que nos permitiría conocer mucho más de Brasil y nos dejaría más satisfechos que ir hacia Cuiabá. Así que nos vamos en barco hasta Manaos. Pero qué implica eso? 

El barco (o balsa como le llaman acá) tiene un costo muy variable, depende de la cilindrada de la moto, el país de origen de los viajeros y de tus habilidades para negociar, a nosotros nos costó 200 Reais cada moto y 250 nuestro pasaje y 50 más para embarcar la moto. Estos 50 Reais fue porque había que subir la moto por sobre la cubierta con una grúa manual, tirada por personas que estaban en el puerto. Luego descubrimos que podríamos haber hablado con la tripulación y los pasajeros para que nos ayudaran y no pagar ese dinero, fue lo que hicimos para bajarlas al llegar a Manaos.

Tienes que llevar tu propia hamaca o comprar una que cuesta 20 Reais. Son 3 días de navegación, incluye desayuno, almuerzo y cena, todo muy rico y abundante. También tienes agua fría potable y café a disposición durante todo el día

Dejamos el transporte en el barco negociado antes de abandonar el puerto y volver a la casa, donde compartimos un par de días con el Gringo y otros viajeros que habían pasado por ahí esos días.

Nos habían dicho que llegáramos a las 14.00 pero decidimos ir un poco antes, así que a las 12.00 ya estábamos listos para embarcar. La maniobra para subir las motos es para morir de un infarto, todo a pulso y muy rudimentario, pasando por unos tablones muy inestables. Pensábamos que en cualquier momento la moto caería al río. Mientras Susan cuidaba el equipaje y sacaba algunas fotos, yo fui a "supervisar" la maniobra, ver de donde iban a colgar las motos para que no fueran a romper nada. 


Mi rostro resume todo lo que sentí... 


"Supervisando la maniobra"

Yo no la quería solar por nada del mundo!!

Bajando con la moto de Susan


"Pendulando" nuestras motos

Luego de ver ambas motos colgadas para subirlas, llevamos nuestro equipaje y buscamos donde colgar las hamacas, pues mucha gente llega la noche anterior para ahorrarse un día de hospedaje y se ubican en los mejores lugares del barco. No fue fácil pero por fortuna pudimos elegir un lugar cómodo para nosotros y para nuestro equipaje, que queda vulnerable a los "dueños de lo ajeno" bajo nuestras hamacas.


Descansando en las hamacas, luego de una ardua labor subiendo las motos a bordo


Las Falcon Rockeras descanso en la cubierta del navío

Estamos navegando el Río Madeira, un afluente del Amazonas, un nuevo sueño se comenzaba a hacer realidad. La velocidad crucero del barco es más bien lenta y tranquila, pero no vimos tantos animales en la vasta selva como imaginábamos porque les han dado caza a casi todos. Sí tuvimos la suerte de ver muchas aves extrañas y delfines de río, muy difíciles de fotografiar. 





Las comidas en este barco están incluidas, todas deliciosas y abundantes

Tratamos de hablar con la gente, aunque nos hacemos entender no es fácil mantener una conversación. Pero conocimos a Javier, un venezolano que va buscando nuevas oportunidades de trabajo ya que en el sur de Brasil no le fue muy bien, intentará ahora en Manaos. 


Garimpeiros

En las orillas del río vemos varias comunidades indígenas y muchísimos "garimpeiros", botes buscadores de oro. Nos dicen que es una actividad peligrosa y gente peligrosa. Son muchas las historias de gente que va a trabajar ahí y desaparecen con facilidad, pues los tiran al río y ya nunca más los encuentran.

Los días de navegación son tranquilos, ya comenzamos a entender el idioma  y relacionar las palabras, Susan se expresa mucho mejor que yo, de hecho le dicen que habla con acento carioca (Río do Janeiro). Ha llovido mucho, casi todos los días, aunque es a ratos, siempre son lluvias muy fuertes, intensas acompañadas de tormentas eléctricas. Imagino que de haber elegido la 319, estaríamos mojados hasta lo huesos atrapados en el barro en medio de la selva. En algún momento volveremos para hacer la 319, ahora disfrutamos esta navegación en la selva brasilera. 


Todos los días había asado en el barco... una maravilla

Comunidades en medio de la selva, a orillas del Madeira

Algunas pequeñas aldeas

Con sus cementerios

Días de intensas lluvias

Nuestros amigos en el barco

Amigos venezolanos

El segundo día de travesía Javier decide bajarse para trabajar en los botes de oro. Dicen que pagan unos 4 mil dolares mensuales solo por trabajar como ayudante. El barco en que vamos nosotros no para ni busca puerto seguro, por el contrario se acerca una pequeña lancha y la gente literalmente salta desde el barquito a la lancha, la cual luego lleva a los pasajeros a los botes que trabajan en la extracción de oro. 

El venezolado me ofrece ir con él, solo dos semanas dice. El proceso de extracción es rudimentario y peligroso, expuesto a todas las sustancias químicas sin ninguna protección personal. Él dice que ya ha hecho ese trabajo en Venezuela y que me va a apoyar en todo. 


Javier abandonando el barco... buena suerte amigo!


Aún no tenemos noticias de él

Obviamente no me bajé, pero mucha gente sí, mientras Susan tomaba algunas fotos yo miraba los ojos de Javier, una mezcla de emoción e incertidumbre, duda pero también esperanza. Un señor que vive en Manaos se acerca a nosotros y en portuñol nos dice que es un trabajo muito perigoso. Que matan a la gente por el oro y los botan al río. "Tudos doidos" dice el señor. 

Entonces una de las chicas a bordo también decide bajarse. Es una chica guapa cercana a los 30 años. Se ve muy decente, por como viste diría que tiene muy buena situación económica, sobria y de buen gusto. Con Susan nos preguntamos a qué se habrá bajado. Médico?, Dentista?. Tenía pinta de ser profesional de la salud. Pero quien sabe, quizás iba a hacer aseo o es "visitadora". Una peregrina quizás? Nunca lo sabremos. 

¿Qué impulsa a esta gente, a esa chica a bajarse aquí? Estamos en el medio de la nada, no hay señal de teléfono, no hay poblados ni villas cerca. Solo la selva, los botes y el oro.

Y no puedo evitar pensar en qué hubiese hacho yo de haber ido solo, habría tenido el valor de bajarme y probar suerte? Pienso que no...  Demasiado riesgo, muy incierto, peligroso... extraño. 

Al tercer día dejamos el río Madeira, en medio de una terrible tormenta, el barco evita ir por río abierto y en cambio se adentra por diversos brazos del río antes de salir al Amazonas, donde íbamos un poco más protegidos del viento y la lluvia. 


Llegando a Manaos

Finalmente estábamos navegando el Amazonas, el río más largo y caudaloso del planeta, que nace en Perú, pasa por Colombia y desemboca en Brasil. Este tercer día de navegación nos lleva solamente por un tramo del Amazonas hacia el río Negro, donde desembarcaremos en Manaos, una de las ciudades más importantes y comerciales de Brasil, sin embargo, solamente tiene como conexión con el resto de Brasil la carretera BR 319, ninguna con asfalto y la vía principal de comercio es por los ríos. 


Atardecer en el barco mientras nos acercábamos al puerto de Manaos

Hace unos días Susan le escribió por correo electrónico a uno de los gerentes de Honda contándoles que queríamos conocer la fábrica de Honda da Amazonia en Manaos, lugar donde nacieron las Falcon Rockeras. 

Algunos ya saben como nos fue con Honda en Manaos. ¿Ustedes aun no? Ya se los contamos en detalle en la próxima Bitácora de nuestra Expedición en Moto - Etapa V: Travesía en el Amazonas.

Como siempre agradecemos las marcas y amigos que nos han apoyado; Relieve, Honda Colombia,  Honda Brasil, Liqui Moly, Cardo Scala Rider, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, y Moto-K.

22 ene 2018

Cruzamos la selva boliviana para llegar a Brasil

Elegimos una frontera poco conocida, con caminos sin asfaltar en la selva de Bolivia pera llegar a la selva de Brasil...

Rurrenabaque es un pequeño pueblo en vías de ser turístico, aunque desde hace muchos años llevan gente a internarse en la indómita selva del Parque Madidi, no se ha contaminado con los vicios de los pueblos turísticos, aun. Se encuentra ubicado a las orillas del gran río Beni, puerta fluvial del amazonas en Bolivia. 


Rio Beni que se junto con el Madeira y terminan en el Amazonas

Marina boliviana

Aunque la primera impresión que nos dio el pueblo no fue muy buena, cambió al momento que nos internamos hacia el centro. Allí se vuelve más ordenado y limpio, mientras que desde fuera parece una zona industrial, sucia y a medio terminar. La gente es muy amable y el tránsito es ordenado debido a que son muy pocos los que transitan en vehículo. Sí hay muchas motos y la gente va sin casco, aún así no da para que el tránsito se desordene. 


Varias motos tienen este accesorio para protegerse del sol

Teníamos la intención de realizar alguna excursión al Parque Madidi que se encuentra en medio de la selva, sin embargo todas las salidas son de al menos 3 días. Para nosotros es mucho tiempo pues se acerca la temporada de lluvias en el Amazonas y la ruta por la selva boliviana hasta la frontera con Brasil es en su mayoría de tierra. Por lo tanto luego de realizar algunas averiguaciones en las poquitas agencias, decidimos continuar y dejar Rurrenabaque para otra oportunidad. 


Nuestro hotel en Rurrenabaque, por 50 bolivianos, que son 5 mil pesos chilenos

La carretera que va desde Coroico a Rurrenabaque y que llega a Riberalta (casi frontera con Brasil) la están asfaltando, ya va un año de trabajos en la vía y el gobierno se puso el plazo de 3 años para terminar, pero la gente no cree que esté lista tan pronto, nosotros tampoco pues vimos pocos trabajadores en las inmensas secciones del camino. Puede ser que en unos 5 años ya esté lista, entonces será un excelente corredor turístico para los chilenos que van a Brasil y vice versa. También para todos aquellos que quieren adentrarse en la cautivante selva boliviana, la cual tiene mucho para ofrecer. 

Nuestra amiga Marcia Susaeta nos estuvo asesorando en esta ruta, ella hizo gran parte de esta vía hace unos meses en sentido contrario al que vamos nosotros. Aunque que ella realizó este gran tramo en un sólo día, nosotros preferimos planificar en dos jornadas debido a las recientes lluvias en la zona. Así realizamos un día corto de 105 km desde Rurre a Santa Rosa y dejar los otros 405 desde Santa Rosa a Riberalta para el siguiente día. Ya desde Riberalta a Guayará Mirim, frontera con Brasil, son sólo 100 km aparentemente asfaltados. 


Una via principal, de tierra pero en muy buen estado, hasta donde alcanza la vista en el horizonte

Los 105 km resultaron ser más fáciles de lo pensado, el ardiente sol había secado rápidamente el barro y en este tramo tiene la concesión una empresa de China, quienes están trabajando muy duro para terminar de asfaltar pronto este tramo, por lo que el camino estaba en mucho mejor estado que la jornada anterior entre Coroico y Rurrenabaque que estaba muy destrozado y avanzábamos a 30 y 40 km/h.




Cuando no llueve, se puede circular "sin problemas" por la tierra y calamina (tipo sierra)

Llegamos temprano a Santa Rosa y quizás podríamos haber avanzado más, pero preferimos mantener el plan original para quedamos a dormir en este pequeño pueblo perdido en medio de la selva, con muchos árboles frutales, muy tranquilo, sólo un par de cuadras para cada lado, con plaza de armas en el medio y una iglesia pequeña. La típica configuración arquitectónica española del período de la conquista. Nos gustó mucho pues no es una maqueta para el turista, es un pueblo en la selva real, con gente real que no promocionan nada turístico, pudimos ver como vive realmente la gente en la selva. Sus pequeñas casitas, alguno animales de granja, mucho árboles frutales y muchos ventiladores. Aunque se pasan el día en la calle a la sombra de un árbol en sillas mecedoras o hamacas. Aquí alojamos por 50 bolivianos los dos, con estacionamiento y ventilador en la pieza. Es decir, 5000 pesos chilenos. 


"Hotel" en Santa Rosa, también por 50 BOL

Mientras bajábamos el equipaje y sacábamos las maletas para meter las motos por la puerta, muchos niños y niñas se nos acercaron a conversar. No eran para nada tímidos y estaban muy sorprendidos e intrigados por saber quienes eramos, de donde veníamos y si Chile estaba muy lejos. Algunos adultos también se nos acercaron con las mismas preguntas. 




Las calles de Santa Rosa

Para cubrir los próximos 405 km decidimos levantarnos más temprano de lo habitual, pues si nos toca lluvia, el avance sería muy lento. A las 9.00 am ya estábamos en la ruta de tierra. Los primeros km fueron muy fáciles, los trabajos estaban bien compactos y podíamos circular a 80 y 90 como el día anterior.

Decidimos llevar bidones con gasolina adicional, por un lado aprovechando el precio boliviano que nos han estado cobrando estos días (a precio local y no extranjero), y por la larga jornada que nos espera, 405 km en la selva. Nuestras motos tienen 300 km de autonomía, y aunque hay una estación de combustible unos 80 km antes de Riberalta, preferimos asegurarnos. Resultó ser una elección correcta, pues en dicha estación no había combustible.




La via de tierra no es completamente solitaria, de vez en cuando encontramos pueblos y caserios

El paisaje es alucinante, hay tramos solitarios sin trabajos en la vía que nos transportan en el tiempo, imaginando como era todo esto en sus inicios. aunque debíamos ir atentos esquivando los hoyos de la ruta, en general íbamos tranquilos. Parábamos a sacar fotos sólo en las rectas largas, pues así podíamos ver desde lejos si venía otro vehículo y ponernos en marcha. Nos habían dicho que a veces asaltan en esos tramos solitarios. 



La calma antes de la tormenta...

Unos 150 kms antes de llegar a Riberalta acabaron los trabajos de los chinos pero la vía seguía en buen estado. Entonces se desató el diluvio universal. Uno de nuestros mayores temores. La lluvia no fue tan larga, pero con una fuerza despiadada que en pocos minutos transformó esa agradable ruta en un verdadero infierno en medio de la selva. 

Como estábamos cerca del pueblo, no estábamos solos, otras motos circulaban en ese momento, así se convirtió en un desfile de motos patinando y cayéndose en el barro. Daba miedo ver a los buses cruzándose sin control en el medio del camino. Resistimos y avanzamos estoicos esa trampa de barro. Una, dos, tres veces la moto estuvo a punto de caer, pero la conteníamos. 




Después de la lluvia el barro no nos daba tregua

El cansancio no es sólo físico, también mental, agota, estresa, y en cada resbalón sientes que ya no podrás contener la moto, pero nuevamente lo logramos. A través de los intercomunicadores Scala Rider SmartPack DUO nos vamos dando ánimo y fuerza mutuamente. Susan hace un esfuerzo monumental para no dejar caer la moto, nunca le ha gustado el barro, y lo va superando muy bien. No somos pilotos de enduro ni de motocross, disfrutamos los caminos fuera del asfalto, pero este barro es demasiado inestable.

Entre todos los motociclistas nos dábamos ánimo, pasaban familias completas en una sola moto, teniendo que bajarse a empujar o ayudar en los tramos más difíciles, también nos ayudaron a nosotros y nosotros a ellos. Vimos espejos y plásticos rotos de otras motocicletas abandonados en el camino. Algunos debían sacar el tapa-barro para circular, pues con la acumulación la rueda se detenía. 


Una familia completa trasladandose en ese barro infernal...

Luego de, "solamente" 73 km y un poco más de tres horas infernales logramos llegar al asfalto de Riberalta justo al anochecer. Cruzamos esa desafiante ruta casi invictos, ya al final Susan cedió al cansancio tratando de sostener su fiel montura pero perdió pie en el barro y se le cayó la moto. Sólo un golpe en el pecho con el manillar al caer, que dolió unos días y a la moto no le ocurrió nada. El cansancio hizo mella en nosotros, pero no en nuestros espíritus, estábamos agotados pero con el ánimo bien arriba, sabíamos que habíamos logrado algo difícil, y todo había salido bien. 

No buscamos muchas opciones de hospedaje, veníamos cansados y con hambre. Por suerte en uno de los primeros hoteles que preguntamos Susan pudo regatear el precio, por el tipo de hotel pensamos que sería muy caro, pero consiguió habitación con cama matrimonial por 50 BOL con ventilador, wifi, cable y estacionamiento. Ah, también incluía el desayuno. 

Nos sacamos el equipo de moto, nos duchamos y salimos a cazar la cena para volver rápidamente al hotel. La cama era grande y cómoda, luego de un ibuprofeno dormimos profundamente.  


Extrañas construcciones abandonadas en Riberalta
 
Pero la aventura no termina ahí, aún debíamos cruzar a Brasil. Salimos de Riberalta hacia la frontera (Guayaramerim) no muy temprano, eran sólo 100 km de buen asfalto y pocas curvas, pero el cuerpo no reaccionaba bien, seguíamos adoloridos sobre todo la espalda y las nalgas. 

La ciudad fronteriza de Bolivia se llama Guayaramerim, la de Brasil Guajará-Mirim y se pronuncian igual. Solo las divide el río Mamoré que luego se convierte en el Madeira y se une al Río Amazonas.

Llegamos a Guayaramerim a las 12.30 y sorpresivamente la frontera estaba cerrada, sí, cerrada por almuerzo. Aquí debemos tomar un ferry que te cruce de Bolivia a Brasil por el Río Mamoré hasta Guayará-Mirim, pero el puerto también estaba cerrado y no pudimos preguntar los precios.


Mientras esperamos que abran la aduana, algunos niños pasaban el tiempo montándose en nuestras motos

Una vez que abrieron la aduana, los agentes se tomaron todo el tiempo del mundo para hacer el papeleo, de hecho no tenían muy claro qué debían hacer con las motos. Se ve que muy pocas personas extranjeras cruzan por aquí en vehículo. 

Luego de tener los papeles a eso de las 16:00 hrs tuvimos otro problema, ya no habían ferrys que cruzaran sino hasta mañana. Solución, pagar uno completo para nosotros dos o alojar aquí en la frontera hasta mañana. Pagar uno para nosotros aumentaba solo en 50 BOL el costo total ( el costo original era de 100 BOL cada moto incluyendo nuestro pasaje), si decidíamos quedarnos implicaba hotel y alimentación y cruzar al otro día. Preferimos pagar los 250 BOL (más 25 por fumigar cada moto) y dormir en Brasil para aprovechar mejor el día siguiente y llegar a Porto Velho, lugar donde ibamos a decidir el resto de la ruta en función de las lluvias. 

Entonces decidimos embarcar, sólo nosotros dos cruzando este río en medio de la selva como verdaderos y excéntricos exploradores hacia un nuevo país en nuestra travesía, llegando por ferry a Brasil. Pero esta travesía aún no terminaba, pues nos topamos con un otro contratiempo más...




Un ferry completo para nosotros dos

Nos bajamos del ferry en Guayará-Mirim buscando donde hacer migración y aduana para las motos, pero no están en el puerto, ambos están un par de calles más alejadas. Por lo que teníamos la opción de hacer los papeles o ingresar ilegales nosotros y las motos.  

Después de vagar por un rato en el puerto de Brasil y preguntando en nuestro paupérrimo portugués donde hacer los papeles, logramos dar con migración, la Policía Federativa, y después con aduana, que están varias cuadras alejadas una de la otra, casi que escondida. 

Finalmente, luego de un par de días maratónicos, habíamos salido de Perú pasado por Chile y cruzando todo Bolivia entre una serie de paisajes muy distintos y radicales unos de otros, desde las playas de Arica hasta el altiplano, cruces montañosos, frío, lluvia, nieve y el calor agobiante de la selva. Oficialmente ya estamos en Brasil y una nueva aventura nos espera...


 

Agradecemos a nuestros colaboradores; Relieve, Honda Colombia,  Honda Brasil, Liqui Moly, Cardo Scala Rider, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, y Moto-K.

Bitácora de Ariel Cantillana R
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8 ene 2018

Nos reencantamos de Bolivia

Hacia el paso Chungará, de Chile a Bolivia

Decidimos apresurarnos un poco para llegar a Arica porque mi mamá estuvo muy enfermita. Tomé un avión hasta Santiago mientras Ariel se quedaba en la sede del club Black Choppers en Tacna.

En esta ciudad fronteriza nos separamos de nuestro amigo Gustavo, quien siguió hacia Argentina y en este momento ya está en su casa. Un abrazo grande amigo!!. 

Cuando volví de Santiago, nos fuimos hasta Putre, un pequeño y pintoresco pueblo en Chile, al este de Arica, el cual está enclavado en las montañas. Ya habíamos estado aquí cuando fuimos a la tri-frontera de Chile, Bolivia y Perú el año pasado, el hito tripartito de Visviri. (puedes leer esa entrada aquí



Vista de los volcanes Tupiza y Parinacota

Ariel tenía muchas ganas de hacer el paso Chungará en moto. Las vistas son maravillosas, aunque en Putre, al igual que en todo Chile el alojamiento es caro. Logramos regatear a 30 mil pesos chilenos una habitación para dos, con wifi, agua caliente (de verdad) y estacionamiento para las motos. En este tramo hay que llevar gasolina adicional para alcanzar a cruzar la frontera y cargar en Bolivia.  





Hermosos paisajes en el altiplano

El trámite aduanero en Bolivia es lento y engorroso, te piden sacar fotocopias a los documentos y hacer un papel "especial", pero no lo hacen ellos, tienes que ir caminando unos 100 metros hasta unas tienditas para que ellos realicen toda la operación, y volver con los papeles a la aduana para que verifiquen el equipaje y la moto. Los agentes aduaneros fueron simpáticos, pero el trámite es odioso y estar sobre 4.000 msnm se sienten.



Nuestra primera pasada por Bolivia hace poco más de un año no fue fácil, la primera barrera fue el combustible, conseguirlo no fue tan fácil, debido al precio diferido para extranjeros, en muchas estaciones no nos querían cargar combustible, aun cuando pedíamos sin factura. 

La segunda barrera fue el carácter de la gente, era difícil conversar con ellos, era difícil pedir una indicación. Buscar alojamiento también fue difícil, en todos lados nos cobraban un adicional por cada moto, eso en los pocos lugares con garaje, y en muchos lugares nos subían el precio de la habitación si no decíamos enseguida que sí nos quedábamos. El tránsito en esa oportunidad fue de los peores que hemos tenido que afrontar.

Años atrás ambos habíamos visitado Bolivia, cada uno en oportunidades diferentes, yo en 2014 y Ariel hace 8 años, con esa experiencia ambos considerábamos a Bolivia un buen lugar para viajar, barato, fácil y de gente amable. Por eso a ambos nos dolió tener tantas dificultades para circular, era un poco decepcionante que un país que tan bien nos había tratado en el pasado hoy nos cerrara la puerta en la cara.


Parque Sajama, con el Sajama al fondo cuidando nuestro paso como un gran centinela silencioso

En esos años Bolivia estaba aún más atrasado que hoy, solo circulaban autos viejísimos, y no había semáforos, con un caos vial terrible, las casas estaban todas a medio construir y muy pocos de sus caminos estaban asfaltados. 

Hoy La Paz nos recibe con una cara más amistosa, los vehículos han cambiado, los caminos han cambiado, la insfraestructura ha cambiado. Ahora hay semáforos en casi toda la ciudad y sorprendentemente la gente los respeta, mucho más que en Perú o en Argentina. Hoy hay más bohemia, más extranjeros y por eso se ha vuelto también una ciudad un poco más cara, a diferencia de años atrás, ya no se consigue alojamiento por 30 BOL (3000 pesos chilenos). Ahora tuvimos que desembolsar 100 BOL por noche en un hotel con parqueadero. Encontramos algunos más baratos, pero no teníamos donde dejar la moto.

La Paz ha cambiado, aunque basta con alejarse un par de cuadras del centro para volver a encontrar esa Bolivia sin semáforos, con tránsito alocado y casitas a medio terminar.

Esta vez la gente nos ha tratado bien, nos conversan en la calle, no nos hacen problemas para llenar combustible y cuando preguntamos algo, la gente responde con amabilidad.

Nuestra estadía en La Paz fue breve, estamos contra el tiempo si queremos llegar a Brasil, pues la época de lluvias se aproxima rápidamente, de hecho estos días ha llovido sin cesar.


Comenzando la selva boliviana

Salimos de La Paz rumbo a Rurrenabaque, corazón de la selva boliviana, son 460 km de camino, los cuales creíamos poder recorrerlos en un día, ya que según nos habían dicho estaba completamente asfaltado hasta allá, y así lo marca el mapa oficial “actualizado”, pero no es verdad.

Entre Coroico y Quiquibey (198 km) la ruta aún está en construcción, en tramos es de asfalto, en otros de ripio, en otros de asfalto “meteorizado” y en otros de barro, podría decirse que es un 50% on road y un 50% off road. Además, debido a los trabajos en la vía, cierran el paso para vehículos desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde, aunque a las motos las dejan pasar, pues suponen ser capaces de sortear las maquinas, los escombros y el barro acumulado.

Detenidos por los trabajos en la vía



Pese a todo la ruta es un espectáculo, desde  La Paz  (3600 msnm) hay que ascender primero hasta los 4470 msnm, lugar donde comienza el descenso para quienes deciden hacer la famosa Ruta o Carretera de la Muerte (Death Road), antigua carretera que unía La Paz con Coroico, famosa por su dificultad, son 62 km de descenso continuo, hasta llegar a los 1270 msnm, la ruta es completa de tierra, tiene un abismo por un lado, sin barrera de contención, y un muro de piedra por el otro desde donde caen continuamente rocas, o una que otra cascada. A medida que se desciende aumenta el calor y comienza a aparecer la exuberante vegetación de la selva, con orquídeas y mariposas gigantes. 

Hoy esa carretera está en desuso, transitan por ella solo bicicletas turísticas y una que otra moto, cuando las condiciones del terreno lo permiten. Años atrás ambos hicimos el descenso en bicicleta, una experiencia que se disfruta enormemente y que todo aquel que visite La Paz debería vivir.

Poco antes de alcanzar a la cumbre comenzó a llover y a bajar mucho la temperatura, para cuando llegamos allí nevaba copiosamente y la nieve se acumulaba con rapidez a los costados del camino, sobre las motos y sobre la mica del casco, comenzamos a descender con precaución, pues la mica congelada no nos permitía ver con claridad las curvas del camino, cuando cesó la nieve, apareció la neblina y finalmente el calor asfixiante de la selva. 





Con nieve en "La Cumbre", Bolivia

La ruta desde Coroico hasta Yucumo es muy sinuosa, sigue siempre la ribera derecha del río Coroico, subiendo y bajando constantemente, a la vez que entrega paisajes alucinantes en medio de la selva y la vegetación. A veces la ruta es ancha, a veces es muy angosta, y nos sentimos exploradores de tierras vírgenes.

No pudimos hacer los 460 km hasta Rurrenabaque, las características de la ruta no lo permitieron. Paramos a dormir en Inicua, un villorrio muy pequeño, sin agua potable ni comodidad alguna. Pagamos 25 BOL por una habitación matrimonial, sin TV, sin Wifi, sin ventilador, sin agua (ni caliente ni fría), baño compartido, sin ducha, sin luz (llego a las 21 horas aprox) y sin cristales en la ventana. Pero estamos felices, la ruta de hoy fue incomparable. La gente ha sido demasiado amable y no hemos tenido problemas con el combustible, al contrario, acá nos cargan a precio nacional, 3.42 BOL (300 pesos chilenos el litro)



Avanzando por la selva



Al día siguiente salimos tempranos hacia Rurrenabaque, nuevamente nos encontramos con trabajos en la vía hasta llegar a Quiquibey desde allí comienza nuevamente el asfalto, en muy buen estado, en Yucumo las curvas se acaban abruptamente, y comienza una recta que se pierde en el horizonte, no se ven montañas hacia ningún lado.




Cubrimos rápidamente los últimos 100 km que nos separan de Rurrenabaque en la selva boliviana. En una hora ya estamos entrando a esta hermosa ciudad a orillas del río Beni, puerta de entrada al Parque Nacional Madidi, pero de ello les hablaremos en la próxima bitácora de nuestro blog. Sigan descubriendo Sudamérica con nosotros, pues el Viaje Continúa...

Nuestro Hostal en Rurre


A orillas del Beni en Rurrenabaque

Agradecemos a nuestros colaboradores; Relieve, Honda Colombia,  Honda Brasil, Liqui Moly, Cardo Scala Rider, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, y Moto-K.

Bitácora de Susan Arias D.