29 sept 2017

Al ritmo del Vallenato

En Valledupar celebramos mi cumpleaños

Este ha sido nuestro lado preferido de Colombia, quizás porque el paisaje es mucho más dinámico. En pocos kilómetros pasamos de dejar atrás el desierto en Maicao para darle la bienvenida a la exuberante vegetación que rodea a Valledupar, o quizás es por el tipo de aventuras que hemos vivido, más del estilo que nos gusta a nosotros. 

Los caminos sinuosos y las cuestas siempre están presentes en Colombia. Pasar desde la cálida selva, subir a altos y fríos paramos para volver nuevamente al calor, la variada y hermosa vegetación que componen el paisaje colombiano es algo típico en el país. 

El 29 de julio llegamos a Valledupar o como se llamaba originalmente Valle de Upar, y yo (Ariel/Uri) estaba de cumpleaños. En la entrada de la ciudad nos esperaba el club Gladiadores, entre ellos había una chica atractiva de piel canela, risueña y de pelo teñido caoba, su nombre es Laura, ella nos invitó a quedarnos en su casa un par de días y junto al club Gladiadores me organizaron una gran fiesta de cumpleaños, con torta y todo. Bailamos y nos embriagamos hasta las 5 de la mañana al ritmo del Vallenato, al menos trataron de enseñarnos, yo creo que Susan aprendió más que yo, jaja. Hace tiempo que no celebrábamos así. Muchas gracias Laura por todo. Fue un cumpleaños inolvidable. Muchas gracias Susan, amor mio por este cumpleaños y este año lleno de aventuras, se nos vendrán muchos más!


La leyenda del Vallenato


Recorriendo la ciudad junto a Laura


Celebrando mi cumpleaños en Valledupar

Estos días avanzamos más rápido ya que se nos había vencido el SOAT y no lo pudimos comprar en ninguna ciudad de la costa ni ciudades cercanas, pues las agencias no lo venden debido al uso indiscriminado que le dan los motociclistas costeños, por lo tanto las aseguradoras no nos quisieron vender el seguro. Así que debíamos circular con mayor precaución para evitar un accidente y que nos fuera a parar la policía. 

En Ocaña hicimos una breve parada que no estaba programada, pero fue un gran acierto. Manuel y su familia nos recibieron maravillosamente, salimos a conocer los alrededores de Ocaña, quedamos impresionados con Los Estoraques, un sitio en Colombia que vale la pena conocer, son unas extrañas formaciones rocosas que han sobrevivido al tiempo y la erosión del agua. 


Con Manuel en los Estoraques





Los Estoraque en Ocaña

Epectaculares vistas en los Estoraques


Susan y yo íbamos maravillados contemplando las formaciones mientras caminábamos entre ellas, conversando con Manuel sobre la situación actual de Colombia y el proceso de paz que se está viviendo. 

Con respecto al proceso de paz, en general las opiniones de las personas con que hemos hablado están bien divididas. Hay quienes están de acuerdo, otros no, hay quieres no creen que realmente se pueda llegar a vivir esa paz, y otros reconocen que hoy Colombia es mucho más seguro que hace 10 años. Quizá hace 10 años no habríamos podido hacer esta ruta con Susan, aún así hay muchos lugares a los que no pudimos ir porque se consideran "zona roja" o caliente. Como el Parque Nacional Catatumbo, dicen que lo controla la guerrilla y está a menos de 30 kms de Ocaña.

En Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela, fuimos testigos nuevamente de la pobreza y la complicada situación que vive Venezuela. Muchos han venido buscando mejores oportunidades, pero en Colombia las instalaciones no dan a basto. Esto se traduce a mucha gente durmiendo en la calle, y la desesperación lleva a la delincuencia, nos cuentan que estos días ha aumentado muchísimo. Incluso se han apuñalado entre ellos mismos por un trozo de pan. Una situación lamentable y que da mucha tristeza al ver a la gente y sobre todo a los niños mendigando y deambulando por las calles.


Fuimos a la frontera con Venezuela, ahí conversamos con un militar que nos cuenta cómo fue el proceso hace 2 años cuando se cerró la frontera, inicialmente sería sólo por 72 horas. Y nos dice que no tiene para cuando abrir



En la Motoposada con Germain, Marlon y el Lobo disfruntando un desayuno al aire libre

La motoposada de Germain es una cabaña a la salida de Cúcuta, ahí coincidimos con dos viajeros colombianos muy buena onda, Marlon y Jhon el Lobo solitario, hicimos muy buena amistad con ellos, recorrimos juntos la ciudad, los alrededores y fuimos al programa de radio en el que Germain es co-anfitrión. 

Germain es muy conocido aquí no sólo por el programa de radio, él también organiza muchas cosas junto al moto club San Germain y su Pandilla. Él también hizo un viaje por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Es muy amigable, gusta de la cerveza y tiene mucha onda y estilo, cuida mucho su apariencia.  








Germain nos invitó a disfrutar de un show de stunt



En la costa y aquí en Cúcuta es muy popular el Beisball.

Honda Colombia nuevamente nos apoyó, ahora en Cúcuta, nos atendieron inmediatamente y a las pocas horas nos habían entregado ambas motos con la mantención básica para nuestras Falcon Rockeras. Les agradecemos por darnos prioridad y le damos las gracias también a John, presidente del club Honda Cúcuta, quien nos hizo el nexo con los administrativos de Honda. 



Mantención a nuestras Falcon Rockeras con Honda Cúcuta, Supermotos del Oriente

Germain tiene sólo una regla en su motoposada, "pierdan el afán", o sea "no se apuren". En estos días, por primera vez durante el viaje si tenemos afán, sí vamos más rápido, pues nos tardamos más de lo pensado en la costa, y aunque ahora ya tenemos el SOAT, estamos ansiosos de ver qué nuevas aventuras nos depara Colombia.

Los invitamos a seguir viajando con nosotros, el Viaje Continúa con nuestras Falcon Rockeras Motografiando Colombia hacia San Gil, la Quebrada de las Gachas y mucho más.

Agradecemos Honda Colombia, Liqui Moly, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, Relieve y Moto-K.

23 sept 2017

Punta Gallinas, el extremo norte de Sudamérica

Atardecer en la Guajira, camino hacia Punta Gallinas

Llegar a Punta Gallinas era para nosotros un nuevo hito en la travesía por Sudamérica. El año pasado ya habíamos llegado a Ushuaia en Argentina, llamada la ciudad más Austral del Mundo, y nos aventuramos también hacia Caleta María por el lado chileno, el lugar más agreste de Tierra del Fuego. Era necesario entonces, intentar llegar al extremo norte de nuestro continente. 


Sin embargo visitar la Guajira no es fácil, y llegar a Punta Gallinas menos aún, no sólo por lo complicado del terreno, sino también todo lo que conlleva la planificación en sí. 

Es una verdadera aventura, comenzando con la planificación de qué llevar, con quién ir, qué ruta hacer... y esta última es quizás la más difícil. Porqué incluso con GPS es fácil perderse en ese abrazador e inclemente desierto, donde los caminos se cruzan, se pierden y vuelven a aparecer.  

A eso se le suma la inseguridad en términos de "orden público", como le dicen acá. Pues es sabido que te pueden asaltar. De hecho unos colombianos nos contaron la mala racha que pasaron para ir a Punta Gallinas. Nosotros tuvimos más suerte pues nos acompañaron dos chicos del club Desérticos, Ulloque y Félix el Gato. Y también fue con nosotros Sandra, una chica que vive en Uribia pero que nació en Punta Gallinas, sí, ella es Wayuú.  

Tal como hicimos para ir al Cabo de la Vela, fuimos sólo en una moto, en la mía, ya que le cambiaron discos de embrague hace poco, y sabemos que tendremos que esforzarla en las dunas. Llevamos el equipaje necesario, todo lo demás quedó nuevamente en la casa de Ali. Cargamos combustible aquí en Maicao, en la Guajira la gasolina es muy barata, como entra de contrabando desde Venezuela, tiene un costo de 1.500 pesos colombianos los 3 litros. Eso es unos 300 pesos chilenos los 3 litros. Así de barato!! 


Cargando combustible en Maicao

Un litro de aceite 20w50 cuesta 10 mil colombianos, que son 2 mil pesos chilenos. Esto solo acá en la Guajira. 

También llevamos la comida para cocinar allá. Sandra me dijo que acamparíamos en el desierto, así que llevamos nuestra carpa. No llevamos sacos de dormir ni colchonetas, esperando encontrar arena suave donde dormir, nos equivocamos, jeje.

Una vez más nos tocó madrugar, había que salir temprano desde Uribia ya que la ruta es larga hasta Punta Gallinas. Ahí nos reunimos con el grupo de viajeros que intentaríamos esta hazaña. 

Sandra, Ulloque, Félix, una pareja de argentinos y su bebé que viajan en un jeep, su viaje se llama Gateando Sudamérica, un español que compró una AKT 250 acá en Colombia para recorrer el país, también llegaron dos colombianas en una scooter, sí, las dos montadas en la misma scooter, y el plan era llegar en esa scooter hasta el extremo norte del continente, entre las dunas de un inclemente desierto.

Conocida como la "Colombianita", en su flamante scooter llegando a las dunas de Taroa. Cualquier moto sirve para viajar, lo demás son excusas

Así salimos entonces desde Uribia, un poco más tarde de lo esperado pero aun con suficiente tiempo. Hicimos la ruta que habíamos recorrido cuando visitamos el Cabo de la Vela, pero mucho más lento, el jeep avanzaba con desconfianza en el ripio, quizás por inexperiencia quizás porque iban con un bebé. La scooter no parecía presentar ningún problema. 

Los primeros kilómetros después del Cabo de la Vela, nos parecieron fáciles de seguir, no parecía la gran cosa ir a Punta Gallinas, sin embargo a los pocos minutos, habíamos dado tantas vueltas, Sandra había decidido tomar tantas bifurcaciones sin ninguna marca en especial, que de haber ido solos, nos habríamos perdido muchas veces. Pero Sandra tenía muy clara la ruta, aun más clara que Ulloque y el Gato. Aun que ellos también saben llegar, pero dudaban un poco más. 

Ir con Sandra cambiaba mucho el tipo de viaje. Ella conoce a la gente, habla su lengua e incluso su familia tiene tierras en Punta Gallinas y las Dunas de Taroa. Esto obviamente nos tranquilizaba mucho, aun así ella nos aconsejaba no alejarnos del vehículo y sobre todo permanecer juntos cuando aparecía una moto con pasajero.

Esto último era difícil, ya que en las motos podíamos circular fácil a 60 km/h cuando la ruta lo permitía, cuando la arena o las piedras no eran tan brutales, sin embargo el jeep, siempre iba lento, incluso a 20 y menos en algunos tramos. Por lo que usualmente nos adelantábamos en las motos y lo esperábamos un poco más adelante cuando lo perdíamos de vista. Y esto pasaba a menudo debido a las curvas y las pendientes pronunciadas del terreno. 

Recorriendo las Dunas de Taroa

Así pasaron 6 largas horas en el abrazador desierto de la Guajira, en donde cada cierto rato aparecían niños levantando sus cuerdas y pidiendo dulces. Sandra le daba a todos los niños que vimos. El español y yo nos preguntamos si alguna vez Sandra habrá sido de esos niños que pedían dulces. Cuando le preguntamos ella dijo que no, que esto era algo nuevo y con lo que no estaba de acuerdo, pero así funcionaban las cosas ahora.

El atardecer nos cogió en la ruta, antes de llegar a destino, pero fue uno de los atardeceres más hermosos que hemos contemplado. Aun que veníamos cansados, con sed y la ruta era complicada, la disfrutamos mucho. Sandra nos llevó hasta la ranchería de su hermano en las dunas de Taroa, ahí armamos carpa, otros pusieron sus hamacas y nos preparamos a cenar. Nico, el español preparó una deliciosa paella para todos, con los ingredientes que habíamos llevado. No conversamos hasta muy tarde pues al día siguiente había que madrugar, tipo 5 am. 

Uno de los más bellos atardeceres nos salió al encuentro

Esa noche que hubo que tomar una decisión, ya que Ulloque iba sólo por esa noche (la esposa no le dio más permiso, jaja) y las chicas colombianas iban cortas de tiempo, por lo que también iban solo por una noche. Susan y yo también nos habíamos planificado para una noche, pero entre todos decidimos racionar el agua y los alimentos que llevábamos para quedarnos un día más. 

El plan de Ulloque era ir al siguiente día bien temprano a Punta Gallinas, pasar al Cabo de la Vela y volver a Maicao, por otro lado nosotros proponíamos tomar las cosas con más calma, disfrutar la playa en las Dunas de Taroa e ir al faro de Punta Gallinas, volver a dormir a la ranchería y al siguiente día pasar al Cabo de la Vela y volver a Maicao. 


Acampando en una ranchería en el desierto de la Guajira

Ulloque y las chicas colombianas decidieron madrugar para ir al Faro y luego al Cabo, nosotros nos quedaríamos una noche más. Así fue que al siguiente día nos levantamos a las 5 am (solo Machu Picchu ha logrado levantarnos a las 4.30). Ulloque y las chicas se fueron al Faro de Punta Gallinas y al Cabo de la Vela, nosotros nos quedamos en la playa un rato. Nos quedaba poca agua, entonces fuimos a conseguirnos un poco con Sandra. 

Resulta que cerca de donde estábamos habían varios pozos de agua, cada uno pertenecía a una familia distinta. Justo habían algunas mujeres sacando agua y lavando su ropa. Sandra conversó con una nos permitió lavar nuestros utencilios y sacar agua. No nos pidió nada a cambio. 



Mientras lavamos nuestros utensilios, pasan unas cabras en el fondo. Y me pregunto de qué se alimentaran en ese tremendo desierto...

Luego de lavar y de sacar agua, le ayudamos a cargar su agua en los burritos

Mirando el desértico paisaje, me pregunto cómo y de qué vive la gente en un ambiente tan hostil y agreste. Como lo hacen para mantenerse ellos, a sus familias, sus animales. Para nosotros que venimos de las ciudades es difícil entender, ellos han vivido toda su vida aquí y quizás no entienden como nosotros podemos vivir en ciudades llenas de gente, con delincuencia y contaminación.   

Sandra nos advierte que tratemos el agua antes de ingerirla, pues aunque los wayuu se la beben así, es posible que nuestra flora no reaccione igual. Ya tenemos agua y nos queda comida, estamos en buena compañía, que más podríamos pedir? Así entonces nos dirigimos hacia el Faro de Punta Gallinas.  

El sol parecía quemarnos aun más duro que el día anterior, por lo que la travesía se sentía es un poco más dura, se suma a que ahora hay más arena suelta. Susan y yo vamos invictos en la moto, ya todos se habían caído, excepto por el Gato. Nico y Félix se adelantaron un tramo y pasaron por las dunas antes del faro, ahí tardaron un poco porque hubo que empujar las motos. 

Paramos a hidratarnos en la ruta hacia Punta Gallinas

Nosotros nos quedamos más atrás con el jeep, Sandra tomó un atajo para evitar las dunas, así no fue mucha la arena suelta que tuvimos que sortear para llegar, tuvimos que empujar la moto sólo en un tramo pequeño. 

Y finalmente a lo lejos, allá en el horizonte se vislumbraba una estructura alta. Ahora todos decidimos adelantarnos y apresurarnos a llegar, ahí donde muchos queremos llegar pero no todos lo han podido lograr, ahí estábamos Susan y yo, uniendo Tierra del Fuego con Punta Gallinas, al fin estábamos en el extremo norte de Sudamérica.


En el Faro de Punta Gallinas

El Faro en sí no tiene mucha gracia, pero es el hecho de llegar al lugar lo que nos llena de emoción. A demás hay una playa al ladito del faro, una playa que no esperábamos. Todos nos quitamos la ropa y nos bañamos en las turbulentas aguas del mar, pues aquí no es tranquilo, se forman olas muy fuertes. 

La gente apila piedras y pide un deseo, según ellos se cumplirá, gracias a susan, todos mis sueños se han cumplido...

Luego de pasar la tarde en aquella playa y compartir la poca comida que teníamos, volvimos a la ranchería. Como aun quedaban los últimos rayos de luz en el atardecer, Félix el gato nos enseñó como meternos en las dunas para que la moto no se hunda. Así Nico y yo practicamos un rato, al son de la arena y el olor a disco de embrague quemado. Susan también cogió mi moto para ver como se hacía. Pero con mayor precaución debido a su reciente trombosis, debido a los anticoagulantes en realidad. 




Así se nos fue una nuevo día de aventuras, una noche más en el desierto de la Guajira. A la mañana siguiente apareció un chico en bicicleta, tenía cara de pocos amigos, pero Sandra habló con él en su lengua y el chico se fue. Dijo que no lo conocía. Esa mañana también vimos algunas camionetas que llevan turistas a las Dunas de Taroa. 

Una vez más madrugamos, levantamos campamento, pasamos a saludar a la abuela de Sandra que vive ahí cerca y nos fuimos al Cabo de la Vela. Qué distinto ha sido el viaje, parar en una ranchería, conocer a la gente de cerca, como viven y parte de sus costumbres en este lugar tan alejado de la civilización. 



Para llegar al Cabo hicimos ahora otra ruta, "por detrás", donde hay una parque eólico. Esta vez salimos mucho más rápido por el mismo camino, y esta vez habían muchos, pero muchos niños pidiendo dulces, en un tramo nos paraban cada 5 metros. Afortunadamente Sandra hablaba con ellos y nos dejaban pasar, algunos de no muy buena gana. 

Finalmente llegamos al Cabo de la Vela, ahí pasamos una tarde agradable compartiendo con todos y metiéndonos al mar para capear el intenso calor que nos derretía.





Así entonces decidimos volver a Uribia y nosotros a Maicao. Esta vez el jeep ya venía rápido, o normal la verdad. Quizás por la confianza de recorrer un lugar conocido, quizás porque le sacó el freno de mano. O como le dije ese día al argentino; Encontraste la tercera! jajaja. 

En el cruce de Uribia nos despedimos de Sandra y los viajeros. El Gato y nosotros seguimos hacia Maicao donde nos estaba esperando Ali. Qué grandes aventuras, qué grandes momentos, paisajes y buenas rutas. Sin dudas lo disfrutamos mucho. 

Foto final de despedida en el cruce de Uribia, cansados pero felices!

Gracias a Sandra por compartir con nosotros y dejarnos conocer parte de su cultura. A los viajeros con los que nos divertimos un montón. A Ulloque y el gato por hacerse el tiempo y acompañar a estos locos aventureros en esta travesía. Un travesía que quedará por siempre en nuestros corazones.


Atardecer jugando en las dunas de Taroa

Susan sacando a la Falcon Rockera de la arena en las dunas

Los invitamos a seguir viajando con nosotros, pronto el siguiente relato, la ruta nos llevó a pasar mi cumpleaños a Valledupar y el de Susan en Neiva. Acompáñenos que el Viaje continúa. 

Agradecemos a todos los que nos han apoyado en nuestra aventura, Honda Colombia, Liqui Moly, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, Relieve y Moto-K. 

21 sept 2017

Entrando en la indómita Guajira

Cabo de la Vela, una hermosa playa en el medio del Desierto de la Guajira

La Guajira comienza en el río Palomino. Es una zona al norte de Colombia habitada por los wayuú, indígenas que habitan ahí hace siglos. Hay un enorme, solitario y caluroso desierto que cubre casi en su totalidad la Guajira. Nos han dicho que es una tierra peligrosa de visitar, no sólo por las duras condiciones climáticas y del terreno, sino también por los "wayuú" y, recientemente, por algunos venezolanos que han llegado a delinquir, sobre todo en las ciudades fronterizas como Maicao, que es a donde nos dirigimos nosotros.

En Palomino nos recibió Johan con quien pasamos unos días increíbles, entre el Río Palomino y en la Playa del mismo nombre. Ahí "navegamos" el río en una cámara de camión hasta llegar a su desembocadura en el mar. El paisaje es selvático y muy bello. Justo en la desembocadura pasamos el resto del día, bañándonos en el violento oleaje del mar y alternando con las frescas aguas del río Palomino. Muchas gracias Johan por tu hospitalidad y los buenos momentos que compartiste con nosotros. 


Gracias Johan por todo!




Atardecer en Palomino, donde el Río se une con el mar

Luego seguimos la ruta hacia Maicao, ciudad fronteriza con Venezuela. En Maicao nos esperaba Alí del Club Desérticos off Road. Él se había comunicado conmigo desde que entramos a Colombia, hace ya casi 4 meses, invitándonos a quedarnos en su casa.



Ali le enseña a Susan como hacer Shawarma

Él recibe viajeros y tiene un puesto donde vende shawarma en la calle, nos cuenta que siempre le brinda comida a los viajeros, se queden con él o no. Así mismo los Desérticos tienen una casa club donde hospedan a los viajeros. Yo pensé que nos quedaríamos en el "patio", como llaman a la casa club, pero Alí nos invitó a pasar los días en su casa.

La convivencia con Alí fue de película, es una gran persona, de muy buen corazón, tiene mucho que entregar, muchas historias y hay mucho que aprender de él. No es colombiano, él nació en Paraguay, su madre es paraguaya y su padre del Líbano, así que es árabe y musulmán. aunque nos cuenta que tiene problemas con las religiones, él cree en ser bueno, hacer el bien, sin distinción de persona, raza o credo. Y se le nota.




Visitando la Mezquita con Ali

A la Guajira llegó una colonia árabe muy importante, aquí en Maicao se nota muchísimo, en cada esquina ves árabes caminando, hombres y mujeres con sus trajes típicos. También hay una de las Mazquitas más grandes de Sudamérica. Alí nos llevó un día a conocerla, donde aprendimos mucho del Islam, desmitificando muchas cosas que creíamos saber de ellos.

Conversando con uno de ellos me marcó una frase que nos dijo; "No aprendan el Islam de nosotros, porque somos pecadores, apréndanlo de las escrituras." 


Al día siguiente preparamos nuestras cosas para ir al Cabo de la Vela, también queremos ir a Punta Gallinas, que es el sitio más al norte de Sudamérica. Ya estuvimos en Ushuaia, lo más al sur que podíamos llegar, ahora queríamos unir el punto más austral con el punto más al norte del continente, Punta Gallinas, pero para eso debíamos esperar unos días a que los chicos del club tuvieran la oportunidad de ir, además justo venían varios viajeros que también querían ir a Punta Gallinas, así que evidentemente era mejor esperar un poco e ir todos juntos.

Mientras esperábamos, aprovechamos de ir al Cabo de la Vela. Nos habían hablado mucho de ese lugar, aunque nosotros no habíamos visto fotos ni habíamos averiguado mucho de él.



Disfrutando en el Cabo de la Vela

Para ir al Cabo de la vela necesitas llevar bolsas de dulces, funcionan como "peaje" para las decenas de niños que con cuerdas impiden tu paso. Si no les das dulces, te piden dinero. A nosotros nos habían advertido de esto así que llevamos muchos dulces. 



La policía nos advirtió de no parar en Uribia, dicen que es un ciudad peligrosa. Luego lo comprobamos hablando con 2 chicos a quienes les habían robado la moto en Uribia y a otro más a quien asaltaron en el Cabo de la Vela, en el sector del Parque Eólico. 

En Uribia termina el asfalto y comienza el ripio, está en muy buen estado pero nosotros no íbamos tan rápido pues cada cierto tramo los niños ponen cuerdas cruzadas en el camino obligándote a parar, y te estiran la mano. Una vez les dábamos dulces bajaban la cuerda y seguíamos nuestra ruta.

Después del letrero que en un muro grande dice "Cabo de la Vela", ya no es tan fácil continuar. Hay muchos caminos que se entrejuntan, imagino que algunos llegan al mismo lugar, quizás otros no. También hay un poco de arena suelta donde la moto quedaba atrapada y Susan se tenia que bajar y la empujábamos entre los dos. Para facilitar las cosas, fuimos sólo en una moto, la otra la dejamos en el patio con los Desérticos. Todo el equipaje lo dejmos en la casa de Alí, al Cabo de la Vela fuimos sólo con lo necesario. 

Avanzando lentamente por la arena suelta y por los niños que te paran a pedir dulces, comenzamos a ver el hermoso color del mar caribe en este lado, quizás el más bello que hayamos visto en todo el viaje.

Mientras recorríamos la orilla de la costa buscando alojamiento, divisamos algunas escuelas de kitesurf y a muchos entusiastas practicando en las bellas aguas caribeñas. El viento es tan fuerte que también se practica windsurf, pero debido a la geografía del lugar no hay olas, por lo que no se da el surf. 


Pilón de Azúcar, Cabo de la Vela


Playa del Pilón de Azúcar


Nos dijeron que en el Cabo de la Vela todo es caro, por lo que llevamos desde Maicao de todo para comer los 2 o 3 días que íbamos a estar allá. También llevamos carpa con la intención de acampar en lugar de buscar un hostal. Luego de buscar un rato, preguntar y regaterar dimos con el lugar perfecto. Un techo para cobijarnos del sol de los que acá llaman "quiosco" a la orilla del mar, con 2 hamacas incluidas, baño, duchas, lugar para poner la carpa y la moto también bajo techo. Todo eso logramos conseguirlo a 10 mil por persona, es decir 2 mil pesos chilenos por persona. Y eso acá "es caro". 

Conversando con el dueño del lugar le preguntamos sobre los asaltos que nos había dicho la policía. Nos confirma que él es wuayuú y con mucho pesar nos reconoce que es su propia gente la que le esta robando a los turistas en la vía, pero también nos dice que cuando los atrapan, son los wuayuú los que hacen justicia por su propia mano, pues ellos no están de acuerdo con los robos, ya que daña el turismo. Cuando los wuayuú hacen justicia, la policía no se mete.  

En el "Faro" del Cabo

Tanto así que en muchas ciudades anteriores nos habían advertido de los wayuú. No cruzarse con ellos ni cruzarse delante de uno de sus chivos o cabras, tampoco detenerse si alguien pedía ayuda o estaba varado. Nos habían dicho que esas son estrategias que usan para asaltarte, o para cobrarte dinero por diversas razones. 

Hay algunos lugares que se pueden visitar aquí en el Cabo de la Vela, como el famoso Pilón de Azúcar donde hay una playa muy entretenida, pero no hay ninguna sombra donde refugiarse del sol abrazador, así que estuvimos solo un rato jugando con las olas y seguimos la ruta hacia otro de los lugares que nos habían nombrado, el Faro del Cabo. La verdad Susan se sintió estafada al llegar al faro, si alguna vez van, sabrán por qué.

Conocimos una pareja de colombianos que venían de Bogotá en una flamante GS800, luego de conversamos un rato con ellos, nos brindaron la cena y unas cervezas. Muchas gracias Diego y Sharon. Muchas gracias por todo!

Ya habiendo visto lo que hay que ver en el Cabo de la Vela, y habiendo disfrutado de sus hermosas y tibias aguas decidimos volver a Maicao y ver como seguían los planes para ir a Punta Gallinas. 



Atardecer en el Cabo

El regreso fue un poco estresante. En algún momento tomamos mal uno de los tantos caminos y no regresamos por el mismo lugar que habíamos llegado. Hacía un calor infernal que no nos dejaba pensar con claridad, quizás debimos dejar el Cabo antes de medio día, pero como ya saben, nosotros no madrugamos. 

Perdimos la ruta varias veces, volvimos sobre nuestros pasos para intentar otra pero no conseguimos hallar la ruta. Tampoco nos atrevíamos a hacer parar a una camioneta ya que todos, incluyendo a la policía, nos habían dicho que no le paráramos a nadie por nada del mundo. 

Finalmente dimos con un camino amplio, compactado en sal y en buen estado, por el que podíamos ir muy rápido, pero claramente no habíamos llegado por ahí. Me atreví a hacer parar una camioneta con placa colombiana, de Bogota, era una pareja de adultos mayores. Dudaron un momento en pararnos pero finalmente se detuvieron unos metros más allá. Di la vuelta para hablar con ellos. 

-Disculpe, para ir a Uribia?
-Recto por este camino hasta una alberca (copa de agua), ahí viran a la izquierda y van a salir al camino principal al lado de la línea del ferrocarril.
-Muchas gracias
-No le paren a nadie, por nada del mundo!.- Nos dijo mientras subía el vidrio. 
-Lo sabemos, gracias por la recomendacion.

Era una recta interminable, en el horizonte se veia el calor reflejado como si hubise agua más adelante esperando por nosotros, pero no había agua, solo más y mas desierto. Creo que es el lugar mas caliente en el que hemos estado. Yo iba a 90, 100, 110 km/h alejándome de todo y de todos, mirando hacia adelante esperando ir en la dirección correcta.

Avanzamos tanto rato así que pensé que llegaríamos a Manaure. cuando las camionetas dejaron de transitar nos preocupamos, pensamos que quizás hubo una bifurcación o camino que no vimos. Pero seguimos y seguimos y seguimos.

De repente a los lejos vimos lo que posiblemente era la copa de agua. Viramos a la izquierda como nos dijo el señor y salimos a un camino con algo de vegetación de tipo esclerófila y de bosque seco, pinos y cactus, bien espesa, donde fácil podía esconderse alguien. En eso se nos cruzan tres motos, cada una con un pasajero, una de ellas llevaba 3 personas, todos encapuchados, aceleré les hice el quiete y los perdí en el espejo retrovisor. No sé si simplemente iban pasando y de "casualidad" se nos cruzaron  o nos querían hacer algo, pero obviamente no les íbamos a preguntar.

Susan me dice, creo que vamos bien, pues íbamos siguiendo la línea de postes del alumbrado de la luz, ya no estábamos tan en el medio de la nada, algo había ahora por lo menos. Y así salimos a la vía principal, muy cerca de Uribia. 



Vista desde nuestras hamacas en el Cabo de la Vela

El resto del viaje en el asfalto fue más tranquilo, salvo cuando un adulto nos levantó una cuerda en la mitad de la carretera. Obviamente no iba a parar, con Susan nos agachamos y pasamos a más de 100 km/h. En la ida al Cabo nuestra velocidad era de unos 60, íbamos atentos a los chivos y a las cuerdas de los niños. Ahora íbamos a 100 y más, con un pesado viento en contra que a veces no me dejaba ir a mas de 110.

Logramos llegar sanos y salvos a Maicao, felices por los días que estuvimos disfrutando del mar en medio del desierto, y listos para el siguiente desafío, Punta Gallinas. 

Los invitamos a seguir nuestras aventuras, en el próximo relato les contaremos como fue la ruta para llegar al extremo norte de Sudamérica. 

Agradecemos a todos los que nos han apoyado en nuestra aventura, Honda Colombia, Liqui Moly, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, Relieve y Moto-K.