23 sept 2017

Punta Gallinas, el extremo norte de Sudamérica

Atardecer en la Guajira, camino hacia Punta Gallinas

Llegar a Punta Gallinas era para nosotros un nuevo hito en la travesía por Sudamérica. El año pasado ya habíamos llegado a Ushuaia en Argentina, llamada la ciudad más Austral del Mundo, y nos aventuramos también hacia Caleta María por el lado chileno, el lugar más agreste de Tierra del Fuego. Era necesario entonces, intentar llegar al extremo norte de nuestro continente. 


Sin embargo visitar la Guajira no es fácil, y llegar a Punta Gallinas menos aún, no sólo por lo complicado del terreno, sino también todo lo que conlleva la planificación en sí. 

Es una verdadera aventura, comenzando con la planificación de qué llevar, con quién ir, qué ruta hacer... y esta última es quizás la más difícil. Porqué incluso con GPS es fácil perderse en ese abrazador e inclemente desierto, donde los caminos se cruzan, se pierden y vuelven a aparecer.  

A eso se le suma la inseguridad en términos de "orden público", como le dicen acá. Pues es sabido que te pueden asaltar. De hecho unos colombianos nos contaron la mala racha que pasaron para ir a Punta Gallinas. Nosotros tuvimos más suerte pues nos acompañaron dos chicos del club Desérticos, Ulloque y Félix el Gato. Y también fue con nosotros Sandra, una chica que vive en Uribia pero que nació en Punta Gallinas, sí, ella es Wayuú.  

Tal como hicimos para ir al Cabo de la Vela, fuimos sólo en una moto, en la mía, ya que le cambiaron discos de embrague hace poco, y sabemos que tendremos que esforzarla en las dunas. Llevamos el equipaje necesario, todo lo demás quedó nuevamente en la casa de Ali. Cargamos combustible aquí en Maicao, en la Guajira la gasolina es muy barata, como entra de contrabando desde Venezuela, tiene un costo de 1.500 pesos colombianos los 3 litros. Eso es unos 300 pesos chilenos los 3 litros. Así de barato!! 


Cargando combustible en Maicao

Un litro de aceite 20w50 cuesta 10 mil colombianos, que son 2 mil pesos chilenos. Esto solo acá en la Guajira. 

También llevamos la comida para cocinar allá. Sandra me dijo que acamparíamos en el desierto, así que llevamos nuestra carpa. No llevamos sacos de dormir ni colchonetas, esperando encontrar arena suave donde dormir, nos equivocamos, jeje.

Una vez más nos tocó madrugar, había que salir temprano desde Uribia ya que la ruta es larga hasta Punta Gallinas. Ahí nos reunimos con el grupo de viajeros que intentaríamos esta hazaña. 

Sandra, Ulloque, Félix, una pareja de argentinos y su bebé que viajan en un jeep, su viaje se llama Gateando Sudamérica, un español que compró una AKT 250 acá en Colombia para recorrer el país, también llegaron dos colombianas en una scooter, sí, las dos montadas en la misma scooter, y el plan era llegar en esa scooter hasta el extremo norte del continente, entre las dunas de un inclemente desierto.

Conocida como la "Colombianita", en su flamante scooter llegando a las dunas de Taroa. Cualquier moto sirve para viajar, lo demás son excusas

Así salimos entonces desde Uribia, un poco más tarde de lo esperado pero aun con suficiente tiempo. Hicimos la ruta que habíamos recorrido cuando visitamos el Cabo de la Vela, pero mucho más lento, el jeep avanzaba con desconfianza en el ripio, quizás por inexperiencia quizás porque iban con un bebé. La scooter no parecía presentar ningún problema. 

Los primeros kilómetros después del Cabo de la Vela, nos parecieron fáciles de seguir, no parecía la gran cosa ir a Punta Gallinas, sin embargo a los pocos minutos, habíamos dado tantas vueltas, Sandra había decidido tomar tantas bifurcaciones sin ninguna marca en especial, que de haber ido solos, nos habríamos perdido muchas veces. Pero Sandra tenía muy clara la ruta, aun más clara que Ulloque y el Gato. Aun que ellos también saben llegar, pero dudaban un poco más. 

Ir con Sandra cambiaba mucho el tipo de viaje. Ella conoce a la gente, habla su lengua e incluso su familia tiene tierras en Punta Gallinas y las Dunas de Taroa. Esto obviamente nos tranquilizaba mucho, aun así ella nos aconsejaba no alejarnos del vehículo y sobre todo permanecer juntos cuando aparecía una moto con pasajero.

Esto último era difícil, ya que en las motos podíamos circular fácil a 60 km/h cuando la ruta lo permitía, cuando la arena o las piedras no eran tan brutales, sin embargo el jeep, siempre iba lento, incluso a 20 y menos en algunos tramos. Por lo que usualmente nos adelantábamos en las motos y lo esperábamos un poco más adelante cuando lo perdíamos de vista. Y esto pasaba a menudo debido a las curvas y las pendientes pronunciadas del terreno. 

Recorriendo las Dunas de Taroa

Así pasaron 6 largas horas en el abrazador desierto de la Guajira, en donde cada cierto rato aparecían niños levantando sus cuerdas y pidiendo dulces. Sandra le daba a todos los niños que vimos. El español y yo nos preguntamos si alguna vez Sandra habrá sido de esos niños que pedían dulces. Cuando le preguntamos ella dijo que no, que esto era algo nuevo y con lo que no estaba de acuerdo, pero así funcionaban las cosas ahora.

El atardecer nos cogió en la ruta, antes de llegar a destino, pero fue uno de los atardeceres más hermosos que hemos contemplado. Aun que veníamos cansados, con sed y la ruta era complicada, la disfrutamos mucho. Sandra nos llevó hasta la ranchería de su hermano en las dunas de Taroa, ahí armamos carpa, otros pusieron sus hamacas y nos preparamos a cenar. Nico, el español preparó una deliciosa paella para todos, con los ingredientes que habíamos llevado. No conversamos hasta muy tarde pues al día siguiente había que madrugar, tipo 5 am. 

Uno de los más bellos atardeceres nos salió al encuentro

Esa noche que hubo que tomar una decisión, ya que Ulloque iba sólo por esa noche (la esposa no le dio más permiso, jaja) y las chicas colombianas iban cortas de tiempo, por lo que también iban solo por una noche. Susan y yo también nos habíamos planificado para una noche, pero entre todos decidimos racionar el agua y los alimentos que llevábamos para quedarnos un día más. 

El plan de Ulloque era ir al siguiente día bien temprano a Punta Gallinas, pasar al Cabo de la Vela y volver a Maicao, por otro lado nosotros proponíamos tomar las cosas con más calma, disfrutar la playa en las Dunas de Taroa e ir al faro de Punta Gallinas, volver a dormir a la ranchería y al siguiente día pasar al Cabo de la Vela y volver a Maicao. 


Acampando en una ranchería en el desierto de la Guajira

Ulloque y las chicas colombianas decidieron madrugar para ir al Faro y luego al Cabo, nosotros nos quedaríamos una noche más. Así fue que al siguiente día nos levantamos a las 5 am (solo Machu Picchu ha logrado levantarnos a las 4.30). Ulloque y las chicas se fueron al Faro de Punta Gallinas y al Cabo de la Vela, nosotros nos quedamos en la playa un rato. Nos quedaba poca agua, entonces fuimos a conseguirnos un poco con Sandra. 

Resulta que cerca de donde estábamos habían varios pozos de agua, cada uno pertenecía a una familia distinta. Justo habían algunas mujeres sacando agua y lavando su ropa. Sandra conversó con una nos permitió lavar nuestros utencilios y sacar agua. No nos pidió nada a cambio. 



Mientras lavamos nuestros utensilios, pasan unas cabras en el fondo. Y me pregunto de qué se alimentaran en ese tremendo desierto...

Luego de lavar y de sacar agua, le ayudamos a cargar su agua en los burritos

Mirando el desértico paisaje, me pregunto cómo y de qué vive la gente en un ambiente tan hostil y agreste. Como lo hacen para mantenerse ellos, a sus familias, sus animales. Para nosotros que venimos de las ciudades es difícil entender, ellos han vivido toda su vida aquí y quizás no entienden como nosotros podemos vivir en ciudades llenas de gente, con delincuencia y contaminación.   

Sandra nos advierte que tratemos el agua antes de ingerirla, pues aunque los wayuu se la beben así, es posible que nuestra flora no reaccione igual. Ya tenemos agua y nos queda comida, estamos en buena compañía, que más podríamos pedir? Así entonces nos dirigimos hacia el Faro de Punta Gallinas.  

El sol parecía quemarnos aun más duro que el día anterior, por lo que la travesía se sentía es un poco más dura, se suma a que ahora hay más arena suelta. Susan y yo vamos invictos en la moto, ya todos se habían caído, excepto por el Gato. Nico y Félix se adelantaron un tramo y pasaron por las dunas antes del faro, ahí tardaron un poco porque hubo que empujar las motos. 

Paramos a hidratarnos en la ruta hacia Punta Gallinas

Nosotros nos quedamos más atrás con el jeep, Sandra tomó un atajo para evitar las dunas, así no fue mucha la arena suelta que tuvimos que sortear para llegar, tuvimos que empujar la moto sólo en un tramo pequeño. 

Y finalmente a lo lejos, allá en el horizonte se vislumbraba una estructura alta. Ahora todos decidimos adelantarnos y apresurarnos a llegar, ahí donde muchos queremos llegar pero no todos lo han podido lograr, ahí estábamos Susan y yo, uniendo Tierra del Fuego con Punta Gallinas, al fin estábamos en el extremo norte de Sudamérica.


En el Faro de Punta Gallinas

El Faro en sí no tiene mucha gracia, pero es el hecho de llegar al lugar lo que nos llena de emoción. A demás hay una playa al ladito del faro, una playa que no esperábamos. Todos nos quitamos la ropa y nos bañamos en las turbulentas aguas del mar, pues aquí no es tranquilo, se forman olas muy fuertes. 

La gente apila piedras y pide un deseo, según ellos se cumplirá, gracias a susan, todos mis sueños se han cumplido...

Luego de pasar la tarde en aquella playa y compartir la poca comida que teníamos, volvimos a la ranchería. Como aun quedaban los últimos rayos de luz en el atardecer, Félix el gato nos enseñó como meternos en las dunas para que la moto no se hunda. Así Nico y yo practicamos un rato, al son de la arena y el olor a disco de embrague quemado. Susan también cogió mi moto para ver como se hacía. Pero con mayor precaución debido a su reciente trombosis, debido a los anticoagulantes en realidad. 




Así se nos fue una nuevo día de aventuras, una noche más en el desierto de la Guajira. A la mañana siguiente apareció un chico en bicicleta, tenía cara de pocos amigos, pero Sandra habló con él en su lengua y el chico se fue. Dijo que no lo conocía. Esa mañana también vimos algunas camionetas que llevan turistas a las Dunas de Taroa. 

Una vez más madrugamos, levantamos campamento, pasamos a saludar a la abuela de Sandra que vive ahí cerca y nos fuimos al Cabo de la Vela. Qué distinto ha sido el viaje, parar en una ranchería, conocer a la gente de cerca, como viven y parte de sus costumbres en este lugar tan alejado de la civilización. 



Para llegar al Cabo hicimos ahora otra ruta, "por detrás", donde hay una parque eólico. Esta vez salimos mucho más rápido por el mismo camino, y esta vez habían muchos, pero muchos niños pidiendo dulces, en un tramo nos paraban cada 5 metros. Afortunadamente Sandra hablaba con ellos y nos dejaban pasar, algunos de no muy buena gana. 

Finalmente llegamos al Cabo de la Vela, ahí pasamos una tarde agradable compartiendo con todos y metiéndonos al mar para capear el intenso calor que nos derretía.





Así entonces decidimos volver a Uribia y nosotros a Maicao. Esta vez el jeep ya venía rápido, o normal la verdad. Quizás por la confianza de recorrer un lugar conocido, quizás porque le sacó el freno de mano. O como le dije ese día al argentino; Encontraste la tercera! jajaja. 

En el cruce de Uribia nos despedimos de Sandra y los viajeros. El Gato y nosotros seguimos hacia Maicao donde nos estaba esperando Ali. Qué grandes aventuras, qué grandes momentos, paisajes y buenas rutas. Sin dudas lo disfrutamos mucho. 

Foto final de despedida en el cruce de Uribia, cansados pero felices!

Gracias a Sandra por compartir con nosotros y dejarnos conocer parte de su cultura. A los viajeros con los que nos divertimos un montón. A Ulloque y el gato por hacerse el tiempo y acompañar a estos locos aventureros en esta travesía. Un travesía que quedará por siempre en nuestros corazones.


Atardecer jugando en las dunas de Taroa

Susan sacando a la Falcon Rockera de la arena en las dunas

Los invitamos a seguir viajando con nosotros, pronto el siguiente relato, la ruta nos llevó a pasar mi cumpleaños a Valledupar y el de Susan en Neiva. Acompáñenos que el Viaje continúa. 

Agradecemos a todos los que nos han apoyado en nuestra aventura, Honda Colombia, Liqui Moly, Mx Metzeler Chile, Honda Adventure, Año 1, Bujías Brisk Chile, Trail on Fire, Loretta Motos Chile, Indo Trail, MotoCenter, ProCircuit, Relieve y Moto-K. 

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