7 oct 2015

Dia 2: Desde Mendoza hasta Vicuña Mackenna

Despertamos temprano para partir hacia Buenos Aires, sabíamos que no llegaríamos este día, pero la intención era avanzar la mayor cantidad de kilómetros posibles.

Compramos algo para el desayuno y lo comimos en una plaza a la orilla de la carretera, también compramos fruta para el camino, una señora muy amable nos atendió, buena para conversar, nos preguntó harto por el viaje, bien sorprendida de que yo manejase esta moto, y nos contó una anécdota, con toda esa gracia argentina, dijo: "en el 91' fui a Chile, estábamos en La Serena, y nos cursaron una multa, mi marido dijo - no voy más a Chile-, y tal cual el hijo de puta..."

Saliendo de Mendoza, el paisaje que era siempre verde, se transformó, todo alrededor era seco, lleno de escombros y basura, un mal que aqueja a todos los lugares del mundo al parecer. 

Al poco andar nos llevamos la primera grata sorpresa: PEAJE LIBERADO!! que alegría no pagar un peaje, por que no es así en Chile!!!

Poco a poco nos fuimos adentrando en la ruta 7, casi mil kilómetros nos separaban de nuestro destino, y en toda la ruta un viento lateral inclemente nos dificultó la marcha, en parte por la conducción (aunque no tardamos en acostumbrarnos), y principalmente por el brutal aumento en el consumo de combustible. Entre Mendoza y Fraga no había ninguna estación de servicio, esos son 316 km sin poder llenar el estanque!!!, que para nuestro, en ese momento, alto consumo era fatal, tuvimos que escaparnos al pueblo de La Paz para rellenar. Esta experiencia nos ha penado todo el viaje y rellenamos en cada estación que vemos, jajaja.

Entrando a Desaguadero, una pasada muy extraña

La Cordillera de los Andes se extraña, nosotros acostumbrados a vivir rodeados de montañas, nos encontramos de pronto ante un horizonte sin fin, interrumpido solo por uno que otro árbol, que crece en aquellos parajes de la pampa argentina.

Las nubes se ciernen sobre nosotros y reducen considerablemente la temperatura, pero es tan maravilloso viajar en moto que pronto olvidamos el frió, como también olvidamos comer. A eso de las 4 de la tarde nos dimos cuenta que andábamos solo con el desayuno en el cuerpo, aunque ninguno tenía hambre, pero conscientes de la necesidad de comer, devoramos un par de galletas y continuamos el camino. 

Cuando ya empezó a caer la tarde, empezamos a buscar alojamiento, y paramos en un pueblito que se erige a orillas de la carretera: Vicuña Mackenna, en la primera cuadra encontramos un hostal, allí nos quedamos y salimos en busca de un buen lugar para comer. Lo primero que nos llamó la atención fueron las enormes casas, no solo grandes, sino que con estilo, realmente impactantes, casi indescriptibles. Podría decirse que eran mansiones en miniatura. 
El pueblo, aunque chico (unas 6 cuadras de ancho por unas 25 de largo) tenia de todo! almacenes, supermercados, bancos, tiendas de motos, tiendas de autos!, faltaba solo una universidad para que no fuese necesario salir del pueblo jamás. Se veían muchísimas motos por doquier, todas de baja cilindrada y en su mayor parte del tipo scooter, chicas y chicos que difícilmente superaban los 18 años circulaban en moto por el pueblo, todos sin casco!, parecía que en vez de una bicicleta a estos jóvenes les regalaban una moto para navidad... 

Caminamos y caminamos buscando donde comer, hasta que se nos acabó el pueblo, mucha heladería pero ninguna rotiseria, finalmente al regresar vimos una fuente de soda, de esas típicas de barrio, con una tele blanco y negro, y viejecitos en la barra, y allí comimos un rico lomo y una milanesa, acompañado de una suave y fresca cerveza.

Entrando a Vicuña Mackenna

Una pequeña muestra de lo pomposo de las casas

Obviamente nos llamó la atención el nombre del pueblo, me pregunté si Vicuña Mackenna habría hecho cosas acá en Argentina también, investigando descubrimos que este prócer chileno era muy buen amigo de otro prócer argentino de apellido Sarmiento, este último pidió nombrar con el apellido de su amigo a la estación de trenes del Pueblo Torres (como se llamaba anteriormente, ya que había sido fundado por Celestino Torres), en la posterioridad el pueblo tomó el nombre de la estación y su antiguo nombre se olvidó. Aunque los trenes ya no circulan, aun se mantiene la estación y un par de locomotoras en recuerdo.

Ariel junto a la vieja locomotora

Con esta nueva información en la cabeza es hora de ir a descansar para mañana seguir viajando con destino a Buenos Aires.

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